¿QUIÉN SOY?.

Cuando decidí estudiar psicología, siempre tuve claro que querría trabajar en mi propia consulta con pacientes. Lo que fui averiguando poco a poco fue la manera en la que quería trabajar con ellos. Esa manera y no otra, se fue construyendo a lo largo de los años, con formación, experiencias y con vosotros, mis pacientes.

Lo primero que hice al salir de la universidad fue un máster en terapia clínica y abrir mi propia consulta. Posteriormente, los pacientes fueron llegando a la vez que trabajaba en un colegio como psicóloga educativa.

Puedo afirmar que, tanto en la clínica como en el ámbito educativo, los que más me enseñaron la forma de trabajar que podía ayudar más y mejor a las personas (pequeñas y no pequeñas) fueron los niños (quiénes si no…) Los niños y niñas que atendí en mis primeros años me fueron mostrando con sus respuestas y sus no respuestas lo que realmente les ayudaba a resolver sus problemas, cuáles eran esos problemas para ellos (y no para sus padres o profesores, por ejemplo), lo que les hacía sufrir o enfadarse y sobre todo lo que necesitaban de los adultos para crecer sanos y felices.

¿Que cómo lo hicieron? JUGANDO, DIBUJANDO y sobre todo cuando ya nos “conocíamos” HABLANDO. Hablaban ellos, no yo. Me enseñaron que lo importante era lo que ellos tenían que contarme, no lo que yo supuestamente sabía de ellos porque había estudiado. Fue entonces cuando empecé a escuchar de otra manera, no solo de esa forma en la que uno busca una respuesta concreta, si no en la forma en la que la respuesta puede ser cualquiera, porque los niños (bueno y los adultos también) tienen muchos lenguajes.

Al darme cuenta de que decimos algunas cosas con las palabras y otras con el comportamiento, y que en ese dilema podemos entender muchas cosas de nosotros mismo, me animé a especializarme en interpretación del dibujo, tests proyectivos verbales, análisis de juego y terapias dirigidas a la infancia y adolescencia.

Toda esta formación aumentó la eficacia en el trabajo con niños y en la relación terapéutica con ellos (los niños querían venir, se sentían comprendidos y trabajaban activamente en la consulta) pero los niños no vienen solos a la consulta, vienen con sus padres, unos padres llenos de dudas a los que también hay que escuchar, calmar y dar respuestas… todas las que necesitan.

Si los padres tienen dudas sin resolver, ideas erróneas sobre lo que les pasa a sus hijos o no sienten que sean partícipes de aquello que estamos trabajando, con toda seguridad el trabajo fracasará.

Esta fue la razón por la que me formé en un postgrado de tres años en el trabajo clínico con niños, adolescentes y sus padres. El trabajo con sus hijos y con ellos como padres comenzó a ser altamente satisfactorio. Los padres ocupan un lugar importantísimo en la consulta con niños y en mi trabajo ese lugar se cuida, apoya y valora en cada semana de trabajo.

Cada niño, cada paciente adulto, cada padre y madre me sigue mostrando aspectos a tener en cuenta para mejorar como terapeuta, para resolver eso que sucede y que te trajo a mí.